El día desaparecido

Los principios y finales se tocan. Siempre ha sido así. Pero, hay un final y principio que ya no es que se toquen, es que se soban de una manera tan lasciva que da hasta reparo vivir su tránsito. Este obsceno fininicio sucede cuando la terminal nochevieja se roza con el joven día de año nuevo.

Mire usted que no hay días y épocas mejores para irse de jergón, perdón… juergón. En lo más duro del duro invierno, con los estómagos rezumando y deleitándose en repetir lo comido por lo bebido, con las bebidas más caras (que no mejores) de todo el año y todos (hasta los más incapaces sociales) con la esperanza de pillar. Es de suponer que el sensual roce de los extremos caliente el ambiente de fin de año y que por ello todos los casados desean a los solteros «que disfrutes lo que te dejen» con el mismo orgullo del padre que manda a su hijo a hacer la carrera que él nunca pudo estudiar.

Todo el mundo hierve en nochevieja. Algunos hierven hasta cocerse, a otros les hierve la sangre por la suerte que tiene la abuela y la gran mayoría se quedan con una erección a medio hervir. Pero la masa hirviente, cuando se enfría, se divide en dos: los que se pierden los saltos de esquí y los (más bien las) que hacen del primer día del año un derroche de energía y generosidad.

Esta energética parte de la población mundial occidental empieza a desarrollar sus buenas intenciones para el nuevo año con sus inmediatos congéneres, que suelen ser sus hijos. Hijos que llegan dos o tres horas después de que la alentada madre se haya levantado para empezar a hacer la tradicional comida de año nuevo. Madres que les reciben con una sonrisa que parece una mueca. Hijos que dan siempre la misma nueva: que no se levantarán a comer. Madres que sienten la puñalada en las costillas. Tu quoque, Brute, fili mi?.

Desaparecidos momentos en imagen

Hijos y madres contribuyen sin remedio a que el 1 de enero siempre sea un día en blanco. Es un día que desaparece y se va de nuestras vidas. Casi ni existe. Llega a ser un mero punto de referencia, sin duración ni eventos destacables. Si eres madre (o tienes el instinto maternal superdesarrollado), al acabar el día ves que otra vez va a ser imposible conseguir tus propósitos de enmienda. El día de año nuevo no ha servido de nada. Si eres hijo (o tienes el síndrome de Peter Pan), te abstraes voluntariamente de la existencia del día que se roza con la nochevieja. Morfeo te ofrece sólo una pastilla.

Todos los años empiezan en 2, pero nunca empiezan en enero y en ocasiones ni duran un año. Los ciclos no son estáticos y las madres aguantan lo que se les eche. Perder el tiempo es no oir que el arbol se cae en medio del bosque.

Banda Sonora recomendada:

«New year’s day» x U2 – War.

5 respuestas a «El día desaparecido»

  1. Grandiosa recreación costumbrista. Giros espectacularmente bien traí­dos. La elección de Septiembre como (segunda) canción del dí­a no es muy obvia salvo para quienes tenemos tatuada su letra en alguna circunvolución de nuestro cerebro. Se te seguirá siguiendo.

  2. Gracias por los halagos. De verdad, me vienen muy bien.

    La elección de las canciones, así­ como el costumbrismo que relato, no son nada más que elecciones y relaciones subjetivas de lado sano de mi cabeza.

    He de admitir que Septiembre está por dos motivos: la idea de «intentarlo de corazón» y fallar (como todas las buenas intenciones de año nuevo) y por otro lado porque el fin de año es un artificio. El año no empieza en enero. Desde tiempos inmemoriales el ciclo anual se muerde la cola cuando acaba la cosecha, acaba el verano y empieza el curso escolar: en Septiembre.

    Seguiré siguiendo tu seguimiento. Gracias :-P

  3. Todaví­a quedamos algunos hijos de James Matthew Barrie que tenemos la decencia de levantarnos de la cama a «disfrutar» de la comida con nuestros seres queridos, aunque ellos no lo hagan, de hecho mi gata jamás me espera para tal evento. Además, el placer que supone tener conversaciones familiares a base de monosí­labos y gestos desagradables no tiene parangón.
    Un abrazo.

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