Como decíamos ayer, la espiral es esa forma primitiva que nos lleva y nos trae por el camino de la amargura cuando no tenemos otro camino por el que transitar. Hablábamos del caos, de cómo la atracción hace que los sistemas sean estables o inestables y de que son estos cambios de estado los que hacen que la espiral gire. Gira y gira hipnóticamente, pero como bien indicaba Sergio45 en los comentarios de la anterior entrega de este ejercicio de dar vueltas, puede girar hacia sí misma o hacia afuera.
áHombre! Miren quien aparece por la esquina con bata blanca y una pizarra verde a su espalda: lo exponencial. En nuestro recorrido por una espiral siempre podemos tener a la vista el punto sobre el que la espiral gira. Pero, cuando la espiral gira hacia afuera, según pasa el el tiempo, estamos más lejos de lo que pensamos que estamos y cuando gira hacia dentro estamos más cerca de hacernos uno con el punto de rotación de lo que nuestra ilusa percepción nos hace creer. Vaya ¿vivimos engañados?, mejor dicho ¿vivimos autoengañados?
Controlar nuestra posición respecto al punto de atracción-repulsión de nuestras espirales personales no es cuestión de velocidad; frenar sólo languidece el alejamiento o mortifica el hundimiento, según sea el caso. Acelerar sólo genera accidentes por explosión o por colapso interno, según sea el accidente. Ante estas circunstancias, lo que nos queda para controlar nuestro recorrido por la espiral es la firmeza. Firmeza y cabezonería de la más tradicional no para cambiar el sentido de giro de la espiral, sino para conseguir que nuestra espiral personal sean como el surco de un disco de vinilo. Es hacer cada giro sobre el punto de atracción lo más cercano posible al anterior.
Firmeza. En los momentos de crisis. Saber tomar la mejor decisión – ola menos mala – para que todo lo que hemos sido en el pasado no se separe exponencialmente de nosotros y nos echemos de nosotros mismos. Firmeza. A la hora de dejarse caer dentro de uno mismo para que la caída no acabe acercándose a la velocidad de la luz y nos hagamos polvo irrecuperable. Firmeza. A la hora de girar y girar porque sea al final o al principio del disco de vinilo sólo hay silencio o quietud. El problema es que nuestro disco de vinilo personal sólo tiene «cara A» y cuando nos salimos por alguno de los dos lados no hay Dios que ponga la «cara B«, a no ser que seas el hijo del jefe o bebas sangre. En ambos caso, rarezas tienes a mil. Como buena «cara B«.
Banda Sonora recomendada:
«Play that funky music (white boy)» x Wild Cherry – Wild Cherry(1976)
Interesante paralelismo… el surco del disco de vinilo…
…aunque siempre acabamos llegando al surco. Lo llevamos dentro.
El movimiento de la espiral es divertido de mirar desde fuera pero muy jodido si te atrapa y gira hacia adentro. En todo caso, estoy de acuerdo contigo: Firmeza.
Firmeza, de acuerdo. Pero también dejarse llevar por esa espiral de la música, deleitándonos con el ruido del surco –ya desgraciadamente perdido– y esperando que la aguja salte siempre en el mismo sitio.