Menea la cabeza como perro de plástico en bandeja trasera de 127 mientras murmura. Está sentado en la taza de uno de los wáteres de directivos de su empresa. SU empresa. Cómo ha podido estar tan ciego, se dice. áCoño!, que lo tenía que haber visto venir…
Lo más grave no es que la empresa vaya mal. Lo peor es que esta última semana ha descubierto que está rodeado de incompetentes. Ya no les soporta. No soporta sus caras bovinas intentando ocultar el miedo que tienen a perder sus Audis. Malditos sean. Sólo son expertos pelotas y especialistas en nada. Sólo saben decir sí a todo y no hacer nada. Como niños jugando a ser jefes. áUna solución quiero…!
áLo tengo! Llamaré al antiguo consejo de administración consejo consultivo o alguna memez similar y reconstruiré el consejo de administración con gente competente que nunca diga no ante la adversidad*. Saldremos del agujero. Seguro.
Buf, igual abro la ventana.
*Ley de conservación de la directiva: los directivos ni se crean ni se destruyen, simplemente, se transforman.
Banda Sonora recomendada:
«Jefe» x La Marabunta – La vida en rebajas (1997)
Los directivos ni se crean ni se destruyen… porque los demás pagamos sus incompetencias.
:o
ááLa Marabunta!! ááqué ilusión!!
…qué bonitas las torres rojas…
¿La música quita/aplaza las penas? (pues c’mon everybody!)
…soy un ignorante… no te veía y te tenía delante…
Vale, vale, ya me callo… (snif)
Bueno, los directivos no se destruyen porque no se quiere… porque poderse destruir se pueden ¿eh?
Dadme 1.000 hutus y unas excavadoras y arreglo la clase empresarial apañola para bastante tiempo.
Eso si, a los hutus hay que hacerles contrato.
…Desde la torre más alta se ve un mar de antenas de televisión y fijate que impresión, se ve el campo con montañas detrás. Y toda la gente del vecindario dice que las torres son horrorosas. Menos en otoño, cuando caen las hojas… Yo también me acuerdo -sorprendentemente- de aquella canción que canturreaba Labea. Comparte cluster con otra de Luis Auserón en solitario que se titulaba «Café frío».
Algún consejo de administración que he tenido que padecer se formó varios lustros atrás en el patio del colegio de los Jesuitas. (Motivo más que suficiente para volver a expulsarlos del país). Sorpendentemente el resentidín de las gafas terminó siendo jefe de los que le pegaban collejas.
«… cuando ruge la marabunta. Cuando la marabunta canta. Es que algo está diciendo. Es que algo tiene en la garganta…» Este canturreo siniestrototalero-tabernero va para los hutus y para los que disfrutan de joyas ocultas musicales.
Lanzo una pregunta al aire ¿Existe algún consejo de administración local que no se haya engendrado en jesuítas? Yo creo que no.
Y otro canturreo «… áJa, ja, ja! Ahora soy el mandamás y tú, basura. Se acabó para mí la humillación.
áAquí mando yo! Así que cuatrojos y empollón. Pues ya ves, a mí me funcionó y, querido, a ti no.