Miren a su alrededor.áCuánta gente distinta compartiendo espacio! Para ser tantos hay poco alboroto. Cada cual se pone su propia banda sonora para el trayecto. Dan casi la sensación de estar recargando sus baterías a través de los auriculares, como si de Robocops cualquieras se tratase.
Mirando alrededor, sin ser descarados, pueden descubrir espacios íntimos. Aquel señor, aquella quinceañera-pop y aquel pakish están disfrutando de la intimidad ensimismada de leer. Leen libros, revistas, periódicos, prospectos o citaciones judiciales. El silencio es cómplice de su intimidad. Eso sí, silencio de palabras porque el vagón está lleno de sonidos mecánicos provocados por el desplazamiento.
Todos ellos aguantan estoicos el vaivén del viaje sin levantar la vista del objeto de su lectura. Incluso siguen con su cabeza gacha las líneas de texto mientras andan por los pasillos o se incorporan a las escaleras mecánicas entre los sonidos de los pasos apresurados y el roce de las ropas de quienes les rodean.
Una vez que llegan a ras de suelo, salen al mundo. Lo que ha dado tiempo a leer ha sido un momento de intimidad que ni las prisas han podido evitar. Vuelta a la realidad. Salir del caparazón. Dejar de imaginar y ser uno más de los engranajes humanos de la gran ciudad.
El viaje no es un tiempo; es un espacio que algunos no soportan y que otros hacen suyo, completamente suyo.
Lea, no conduzca.
Es un consejo de Sr.K
Banda Sonora recomendada:
- …la que ustedes tengan en sus trayectos…
En según que ciudades los desplazamientos son un par de horas al dia… y hay que buscar la manera de aprovecharlas.
Y no digo nada de los viajes entre ciudades… 9 horas tú y Renfe… es para meterse un tiro (lo que hará peor el viaje) o un libro.
Lo de comerse tripis en los viajes en tren lo dejo para los muy valientes. Y en autobus para los diagnosticados.
En mi espacio intimo hay asientos libres. Unos asientos son rojos, otros amarillos y los demás son de color morado. Cuando llueve suena Rosendo.
Yo si leo mientras me conducen me mareo y si soy yo el que conduzco…no puedo leer, parezco el perro del hortelano.
Caelio decora con Rosendo ambientes humedos, intimos y republicanos….pon en el respaldo de una de las sillas el nomnre de Blogofago.
Tu post me ha llevado a quien fui yo con 19 años. Por aquel entonces, vivía y trabajaba en Madrid, y viajaba frecuentemente en Metro. Algunas veces sentí la sensación de que yo era uno de los pocos «intrépidos» que se arriesgaban a mirar a los ojos de sus compañeros de vagón. Aquel gesto, parecía que rompía un tabú en la tribu subterránea.