Es mejor no negarlo. La doble negación es una afirmación pesimista y el pesimismo sólo es un optimismo a medio llenar, así que muérdanse la lengua y bailen, infelices. Y es que negar que nos avergonzamos del nosotros mismos de hace 5 minutos, hace un mes, hace un año o hace un lustro nos patetiza. Y para patéticos ya están los desesperados. «¿Desesperado, yo? Nunca. Habrase visto…»
Como criaturas atrapadas en el sufrido pathos aristotélico y amantes del foie de pato, disimulamos nuestra vergüenza cuando vemos antiguas fotos de nosotros mismos como dolientes adolescentes. Esos bigotillos-pelusa, esos pelos, esas gafas, esa camisa (áPor Dios! ááESA camisa!!), esas caras… Incluso nuestra morfología craneal nos resulta diferente a la actual. Nos volvemos crueles frenólogos amateurs. Éramos tan pringaos que en esas épocas repudiábamos el foie e incluso el vino bueno. Estúpidos escépticos…
¿Saben? Toda esta flagelante autohumillación sólo tiene una intención: «Virgencita, virgencita que me quede como estoy». No empecemos a recordar las bochornosas situaciones o las grandes cagadas que hicimos por no haber sido más audaces y despiertos/as. Estos entrañables episodios los guardamos en la cajita de notas para mi autobiografía, libro que esperamos escribir en cuanto mueran las personas que nos vieron en nuestros momentos más patéticos y des-lúcidos.
Y nos preguntamos: «¿Cómo podíamos ser tan pringaos?» Malas noticias tenga usted. Lo habitual es que los pringaos sean ellos mismos. Tras esta revelación, rompan sus espejos, huyan a Brasil para hacerse una buena cirugía estética reidentificativa, tírense al monte y háganse huraños eremitas. No servirá de nada. Todos somos débiles y un poco idiotas cada vez que nos exponemos tal cual somos. ¿Por qué la sinceridad es tan patética? Humillarse ante alguien hace ya mucho que no se considera una muestra de afecto y respeto, sino de patetismo. Será que desde el invento del agua corriente y el devor-olor (en cómodas plantillas y polvos) lo de lavar los pies de la gente que uno aprecia ya no se estila.
Y es el estilo, que no el savoir-faire, lo que marca a los pringaos. Apunten: el estilo es ese conjunto de convenciones arbitrarias y vacías de sí mismas (que una vez tuvieron sentido) que no son adaptables ni personalizables a cada individuo, son standard y uniformadoras. Todo lo externo a lo estilable provoca vergüenza ajena.
Citando a Mamá Ladilla y a House (ese hombre): Homo Homini Lupus. Cuando el individuo está consigo mismo, sin compañía humana, cuando le es imposible provocar vergüenza ajena, se autoinflige vergüenza propia. No quiere el ser humano reconocer que lo que ha sido lo sigue siendo y que su visión tan críticamente cruel e implacable sobre su forma de ser en el pasado es sólo el miedo a mostrarse tal cual es en el presente.
Individuo, no te reconozco. ¿Tú también, bruto mío? Será porque de noche todos los prados son gratos. ¿Alguien ha visto mi antifaz? Llego tarde al carnaval.
Banda Sonora recomendada:
- Me sobra carnaval x Los Enemigos «Nada» (1999).
http://www.seriezeta.com/k/recursos/musique/enemigos.carnaval.mp3
Dedicado a los que quieren ser pringados sólo en la intimidad conyugal. Ya volveréis, ya.