[continuación de Un cigarrillo en el parque (Parte I)]
Se recomienda leer la primera parte antes de comenzar con este texto
El de 31 se sienta al lado del asombrado chaval de 16 y dirige su mirada ausente, como recopilando información, hacia el horizonte.
No puede dejar de mirarle. Literalmente; ¡es mirarse a sí mismo con 15 años más! ¿De verdad tiene, bueno, tendrá ese aspecto?. Si se tocan, quizá surja una especie de paradoja espacio-temporal que los destruya a los dos…
De pronto, su yo de 31 años gira la cabeza y le mira directamente a los ojos. Baja entonces la mirada y tira el cigarrillo para disimular su incomodidad.
– Es raro esto ¿eh?. – apunta el yo visitante – Pensaba que te vería peor. Quiero decir, como más chaval, como más inmaduro, y la verdad que no estás nada mal, aunque se me hace raro lo de verte sin perilla. Los 16 años me sentaban muy bien, aunque no lo supiese ver. Manda cojones…
El más joven de los dos se siente más cómodo y confiado. El piropo casi le hace sonrojar. Responde.
– Gracias… supongo. – contesta mirando a la colilla que humea agónicamente en el suelo – Tú tampoco estás tan mal. La perilla te queda de puta madre. Yo te hacía con menos pelo…
El de 31 esboza una medio sonrisa y dirige, algo turbado, la mirada a su yo de 16 años.
– Sí, para ser un viejuno – parece que esta palabra hace gracia al de 16 y sonríe – intento cuidarme. Oye, me acuerdo de que te llama la atención eso de que a estas horas sólo haya viejos paseando por aquí ¿no? Como que eres un infiltrado entre las hordas de la tercera edad, je, je, je.
– Sí, je, je, je. Es que no hay ni una sola tía joven, bueno, ni tío tampoco… Es un poco raro.
– Pero, lo raro no está mal.
– Pues no, pero no sabes qué esperar de lo raro.
– ¿No es esa la gracia?
Ambos yoes descruzan sus miradas y dejan que el silencio pueble un poco la situación. La corneja vuelve a graznar. El mayor retoma la conversación.
– Sabes bien que soy un poco condescendiente con mis tiempos pasados. Siempre he visto a mis yoes del pasado como pringaos. – el chaval se gira y le mira cara a cara interrogante – Sí, me explico. Es lo de ver las cosas con perspectiva. Muchos problemas en realidad vistos de lejos son chorradas.
– ¿Me estás diciendo que todas mis comeduras de tarro, que ahora mismo supongo que conoces de sobra, son chorradas? – contesta molesto el yo menor.
– No, hombre, tranquilo. Lo que pasa es que así te demuestras que el tiempo no ha pasado en balde y que ahora eres más fuerte y sabes hacer mejor las cosas. Pero, de todas formas, a ti, en este momento te veo más inocente que pringao. Ya te digo que estás de puta madre. Años después he sido muchísimo más cobarde y amargao que lo que eres ahora.
– ¿Eso es un consejo?
– Pues no, no quiero aconsejarte. Sería absurdo. El continuo espacio-tiempo es inalterable, por mucho que nos joda. Yo soy tú y engañarse a uno mismo es de bobos y nosotros no lo somos. Sería como copiar en un examen.
– Eso que dices del espacio-tiempo – dice el de 16 con media sonrisa en la boca – es como todas esas cosas que tengo por ahí en la cabeza que me parecen geniales, pero que no salen y luego se me olvidan…
– Tampoco te esperes grandes avances en este aspecto. Ya te digo nunca vas a poder sacar de tu cabeza y hacer realidad todas esas conversaciones pendientes que tienes con tanta gente.
– Joder, qué cosas dices, macho. – suelta airado el de 16.
– No te digo nada que no sepas ya. – dice el de 31 clavando una mirada acusadora en el de 16 y que éste responde bajando la mirada – Piensa que a mí me jode más que a ti, que ya he pasado los 30 y aún sigo con esas.
El chaval se apoya con las manos en la mesa sobre la que está sentado y tensa sus brazos. El mayor baja la vista como si fuese a reflexionar sobre lo que acaba de decir.
– ¿Para qué has venido? – suelta precipitadamente y con voz trémula el joven – No estaré muerto ¿verdad?… Bueno, si tienes, tengo 31 años, es que por lo menos hasta los 31 llegaré…
– El que está muerto es Bruce Willis.
– ¿Qué? ¿Bruce Willis? ¿Qué coño…?
– Déjalo, – dice moviendo su mano derecha con desdén – es una chorrada.
El joven relaja su posición y se gira hacia el mayor.
– Y ¿cómo es el futuro?
El mayor mira con cierta dureza al joven y responde.
– Pues, básicamente, es mi presente. – el de 16 pone cara rara, aunque el de 31 continúa hablando – Pero, respondiendo a lo que de verdad quieres preguntar; en el futuro estás tú. Lo de la mujer, los hijos, el perro, la casa y el coche no existe. – hace una pequeña pausa – ¿Qué te parece?
– No sé. Raro ¿no? – replica mirando por encima de sus gafas a su yo del futuro.
– ¿No es esa la gracia? – dice el de 31 sonriendo victorioso.
Parece que el silencio resulta cómodo. Ambos miran a ningún lado pensando miles de cosas a la vez. El de 31 se frota las manos, gira la cabeza hacia su compañero, le mira brevemente y de un respingo se pone de pie frente a la mesa.
– Bueno, – dice abriendo sus manos en signo de resignación – creo que me tengo que ir. ¡Ven aquí y dame un abrazo, ariscoloscojones!
El de 16 mira atónito a su yo de 31 años.
– ¡Venga! – insiste el de 31 – Que no vamos a explotar ni nada parecido.
Desconfiando, aunque sea de él mismo, el joven se acerca y antes de que se dé cuenta ya está atrapado en un abrazo fraternal, cálido y fuerte. No dicen nada. Sólo se balancean y se frotan la espalda. Cuando se separan se dan cuenta de que se han emocionado. Sorben sus respectivos mocos y se pasan la mano por debajo de las gafas.
– Bueno, tío. Me piro. – acordándose de algo, mete su mano por dentro de su cazadora y saca un cigarrillo – Toma, fúmatelo a mi salud. ¡Un Lucky del futuro!
– Así que no lo he dejado. – responde el de 16 girando entre sus dedos el cigarrillo que acaba de recibir.
– Ni te lo has planteado. – levanta la mano y saluda – Nos vemos.
– Hasta luego.
El yo del futuro comienza a bajar el camino. De repente, el de 16 se acuerda de algo y grita.
– Oye, ¿me acordaré de esto?
El de 31 se gira y reflexiona un poco.
– Pues no lo sé. Yo es que es la primera vez que hago esto.
Banda Sonora recomendada:
«Real» x Los Enemigos – Gas (1996)
Muy bien, muy bien caballero.
A veces es necesario reconciliarse con lo que hemos sido, porque era la promesa de lo que somos. Pero no siempre es fácil abrazarse, en la vida se cometen tantas torpezas….
Muy buen relato. Un saludo.